Ingredientes 100% Paraguayo, solo en Cocina Clandestina.

De la idea de empezar un proyecto efímero de mera experimentación en el mercado de la gastronomía, simplemente para ver si la opción de un “menú degustación” de comida paraguaya tenía cabida en él, llegó a nacer uno de los restaurantes de comida paraguaya tradicional más renombrados del país.

A la hora de ponerle un nombre, los inconvenientes fueron mínimos, ya que al darse cuenta de que su locación estaba totalmente “apartada o escondida” del centro gastronómico de la ciudad en esa época, decidieron que combinarían estos factores con su pasión por ofrecer platos innovadores para decidirlo. Su comida era única, pero totalmente diferente a lo que la gente estaba acostumbrada; fue entonces cuando la fusión de estos dos factores dio origen al nombre ideal: “Cocina clandestina”.

Su fama creció rápidamente gracias a su inclinación a utilizar, en su totalidad, productos de origen nacional. Las variaciones de los platos paraguayos tradicionales preparadas con los ingredientes convencionales, están pensadas para que la gente, al verlos, se sienta orgullosa de poder degustar esos elementos tan básicos de la cocina en presentaciones que jamás hubieran imaginado, y por supuesto, con el sabor como sujeto principal.

Pero la pasión por transmitir la tradición nacional no solo queda plasmada en los platos, sino que también en la decoración. El ambiente es la combinación perfecta de matices originales de la cultura paraguaya, ideal para hacer que disfrutar de esos novedosos platos sea una experiencia más que atrapante e inolvidable.

Con tantas opciones deliciosas para hacer que tu paladar haga pensar dos veces a tu mente a la hora de elegirlas, el chef nos da una pequeña mano con su toque de experiencia.

Los taquitos de chastaca, por su compleja preparación y su inigualable sabor, son una de sus primeras recomendaciones. A pesar de haber nacido como un simple experimento para combinar sabores, terminó siendo uno de los platos más deliciosos del menú. La chastaca es una variación de la tradicional carne seca que se utiliza comúnmente en el interior, con la gran diferencia de que el proceso de secado de esta es mucho más higiénico. Al ahumarla en el tatacua, se obtiene ese exquisito sabor tan distintivo. Luego de desmecharla en el tradicional mortero, se la condimenta con una salsa casera de picante ayoreo (ají fermentado). Este preparado va enrollado en una suave tortilla de mandioca y harina de maíz, especialmente diseñada con ingredientes que no contienen gluten, y acompañado de cilantro y cebolla curtida.

La siguiente es el clásico “asado a la olla”. Por supuesto, la preparación de este varía ligeramente como buena costumbre de nuestros anfitriones.

Un corte vacío, envasado al vacío (esto es: envasado sin aire) y cocinado lentamente por 12 largas horas en una salsa especial que se impregna en cada rincón y fibra del corte. Estos factores son los que aportan la suavidad y exquisitez inigualables a este corte. Como no podría ser de otra forma, su acompañamiento incluye una ensalada verde preparada con ingredientes frescos y la infaltable mandioca hervida.

La última de ellas, pero no por ello la menos importante, es un postre literalmente único en el mundo. El mismo fue nacido de un experimento fallido y terminó siendo nombrado “inflado de queso Paraguay y maíz”.

Una mezcla del impar queso Paraguay con crema de leche caliente, la cual al enfriarse se infla (de ahí el nombre). Este colchón va recostado sobre un exquisito dulce casero de mamón y un crocante de maní (maní ku’i), y se lo espolvorea con harina de maíz tostada ¡La explosión de sabor ocasionada por esta combinación de ingredientes es única!

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